Primero una pequeña aclaración. A lo largo del post, cuando hablamos de madres, queremos decir madres y padres. Simplemente usamos la forma femenina porque sabemos que la mayoría de nuestras lectoras son mujeres. Y cuando usamos el término hijos, nos referimos a hijos e hijas. Evitamos desdoblar cada vez para no hacer pesada la lectura.

He decidido escribir este post sobre la autoestima motivada por una angustia como madre, pensando en todas las madres que estáis detrás de la pantalla y que seguramente compartís conmigo mi inquietud. Todas queremos que nuestros hijos sean felices, que el día de mañana se conviertan en adultos capaces de relacionarse con los demás de una manera sana, de marcarse retos, de trabajar para conseguirlos, de gestionar las frustraciones y los problemas que, sin duda, la vida les planteará. La gran pregunta es: ¿cómo los ayudamos a conseguirlo? ¿Cómo podemos hacerlo para que crezcan sintiéndose seguros, valiosos, capaces de respetarse y de respetar a los demás? Es decir, ¿cómo fomentamos su autoestima?

Como madre de dos niñas, que algún día serán adultas, anhelo que se amen a ellas mismas. De hecho, si tengo que ser sincera, deseo que se quieran más de lo que yo me he querido y me quiero. Libres de presiones sobre cómo deben ser. 

De este deseo sale el post, el cual a partir de aquí ha escrito Claudia, una psicóloga colaboradora que ha escuchado mi angustia y ha aportado sus conocimientos para darnos una serie de herramientas para trabajar la autoestima mediante la crianza. ¡Esperamos que os sean de ayuda! 

La construcción de la autoestima y nuestro papel (como madres y padres) en su construcción.

Cuando hablamos de autoestima nos referimos a todo aquel conjunto de percepciones, pensamientos, sentimientos y valoraciones subjetivas que las personas hacemos de nosotras mismas (a todos los niveles, como por ejemplo el físico o la personalidad). La construimos durante la infancia y la adolescencia en nuestra interacción con el entorno (familia, amigos, centros de estudios, etc., y nuestro contexto sociocultural). Aun así, es susceptible a variaciones a lo largo de la vida, ¡de manera que se puede y debe trabajarse!

Como madres debemos saber que, cuando nuestros hijos nacen, no saben quiénes son ni conocen el mundo que los rodea, pero lo perciben todo. Como bebés ya empiezan a desarrollar su autoestima y su autoconcepto en función de nuestra capacidad, como figuras de referencia, para satisfacer sus necesidades fisiológicas, de afecto y seguridad. Es decir, si les hablamos con ternura, los cogemos en brazos cuando lloran, jugamos con ellos, etc., se sentirán confiados, cuidados y amados, a su manera entenderán que son importantes. En cambio, si no estamos disponibles o actuamos de forma fría o brusca, se sentirán inseguros y tensos. De hecho, hasta aproximadamente los 7 años, una criatura no cuestiona nuestros mensajes. Para ellos no existe la dimensión “auto”, sino que la forma que tendrán de verse será un reflejo de lo que nosotras proyectemos. Además, los niños pequeños creen que todo tiene que ver con ellos. Si los atendemos y cuidamos es porqué son valiosos y dignos de ser amados, en caso contrario, sentirán que hay algo malo en ellos. 

Es por todo esto que aquí va la primera herramienta: ser conscientes de la importancia del papel que jugamos. Tener claro que la forma de tratarlos será la piedra angular de la autoestima que después irán construyendo. Como decía la escritora Zenaida Bacardi: “un niño es como un barro suave donde puedes grabar lo que quieras, pero esas marcas se quedan en la piel, esas cicatrices se marcan en el corazón... Y no se borran nunca”. 

Otra cosa muy importante que podemos hacer (que ya sabemos, pero a veces cuesta...) es ser un modelo a seguir. No es ningún secreto que los niños aprenden por imitación. Si intentamos enseñarles a aceptarse, a valorarse, a amarse., pero nosotras como adultas no lo hacemos con nosotras mismas, no tendrá en ellos el mismo impacto y es muy probable que acaben repitiendo nuestro modelo. De manera que: hace falta revisar nuestro amor propio. ¿Cómo nos hablamos? ¿Somos exigentes y duras con nosotras? ¿Cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo? Si, por ejemplo, intentamos trasmitirles el mensaje que todos los cuerpos son válidos, bonitos y únicos, no es coherente que nos vean constantemente haciendo comentarios despectivos sobre nuestros muslos o barriga, por decir algo. 

Otra herramienta muy potente es acompañar y validar sus emociones. Todas las emociones son innatas, se expresan en el cuerpo y tienen una función. Por ejemplo, la tristeza disminuye nuestra actividad física y nos invita a la introspección, de manera que nos ayuda a adaptarnos a las situaciones. La forma natural de expresarla es llorando. El llanto fomenta el apoyo social, favorece los cuidados y refuerza los vínculos. De esta manera, cuando nuestro hijo llora, simplemente hace falta estar ahí; preguntarle porqué llora; validar su emoción: “es normal que estés triste”; legitimar el llanto: “va muy bien llorar, ya verás que luego te sientes mejor”. Contrariamente, decirles que no lloren, que no se enfaden o minimizar lo que les pasa (“no es para tanto”) provocará rechazo hacia lo que sienten, y por tanto, hacia su persona. 

Otro recurso podría ser plantearles retos adaptados a su edad, ya que es muy beneficioso para su autonomía y autoconfianza. Hace falta enseñarles a hacer cosas, confiar en ellos, animarlos, etc. Dejar que se equivoquen y tener paciencia, el error forma parte del aprendizaje. Un buen ejemplo de ello son las tareas del hogar. Se les pueden asignar tareas fáciles, como poner la mesa, y tareas más complejas, como planchar. De hecho, en Internet hay un montón de tablas con trabajos cotidianos que pueden hacer solos según su edad. 

Por otro lado, también es importante alabar lo que hacen bien, hacerles saber que estamos orgullosos. Los elogios son muy potentes, siempre que sean sinceros, adecuados y dosificados. Es especialmente conveniente centrarse en el proceso y no tanto en el resultado. Valorar mucho su esfuerzo y su dedicación. De igual manera, hace falta marcarles límites y corregir las conductas inadecuadas. Para hacerlo, es conveniente buscar el momento oportuno. Evitar hacerlo en público y huir de los gritos, las amenazas o las comparaciones con otros niños. Centrarnos en la conducta concreta y evitar generalizaciones, como por ejemplo “siempre haces lo mismo”, y las etiquetas, como “mira que eres torpe”. Siempre desde la razón y explicándoles las consecuencias de sus actos. 

Otra clave para una buena autoestima es trabajar el diálogo interno positivo. Como madres podemos estar muy atentas a qué mensajes se dicen y procurar que se hablen con respeto, con comprensión y afecto. Si, por ejemplo, se encallan en alguna tarea y se van diciendo que no saben hacerlo, es importante guiarlos y animarlos. Felicitarlos al terminar y hacer que se digan “¡lo he conseguido!”. Cuando la situación se repita, recordarles aquellas veces que decían que no podían y pudieron. Si día a día trabajamos el diálogo interno positivo estamos trabajando el pensamiento positivo. 

Otro aspecto fundamental es enseñarles a cuidar y amar su cuerpo. Una cosa muy básica es fomentar hábitos saludables: alimentación, descanso, ejercicio e higiene corporal. Después, se abre un mundo de posibilidades de trabajo. El sistema los bombardeará a mensajes sobre cómo son los cuerpos deseables, dentro de qué cánones irreales deben encajar. Esta presión estética será realmente voraz en las mujeres. De hecho, como dato, solamente para ser conscientes de la magnitud del problema, las mujeres suponemos un 70% del total de operaciones estéticas y un 90% de los casos de trastornos de la conducta alimentaria. 

Para contrarrestar esto, algunas ideas:

1. Educar en la diversidad. Enseñarles que hay muchos tipos de cuerpos y que TODOS ESTÁN BIEN. 

2. Procurar no hacer comentarios de los cuerpos de nadie. Esto incluye no hacer comentarios de nuestro propio cuerpo. 

3. Enseñarles la regla de los 5 segundos. Consiste en lo siguiente: si ves algo del aspecto físico de alguien que no pueda cambiarlo en 5 segundos, no se lo digas. Por ejemplo, le podemos comentar si tiene una legaña o un moco, pero no si nos parece que ha aumentado o disminuido de peso. 

4. Ser conscientes y agradecer a nuestro cuerpo todo lo que nos permite hacer. Caminar, saltar, bailar, nadar, abrazar, etc. Como madres, nosotras también podemos agradecer a nuestro cuerpo todo lo que ha hecho y hace por nosotras. 

5. Proporcionares referentes inspiradores. Cada cual tiene que encontrar los suyos. Por ejemplo, personalmente me fascina el legado de Coco Chanel, una mujer que, ahora ya hace un siglo, liberó a las mujeres del uso del corsé, popularizó entre la población femenina los cortes de pelo cortos o el uso de los pantalones. Además, defendía el amor libre de prejuicios de clase o género, entre otras meritorias aportaciones. 

Para terminar con el tema del cuerpo, os proponemos un par de libros como recurso para trabajar con criaturas:

     

“Estima del teu cos” de la autora Jessica Sanders. En él podréis encontrar muchos recursos fáciles y prácticos para autocuidaros y aprender a relacionaros de forma sana con vuestro cuerpo. Es un libro pensado para niñas a partir de 9 años, aunque es muy recomendable hacerle una lectura independientemente de la edad y el género. 

     

“Sigues tu mateix” también de Jessica Sanders. Con él podrán aprender a percibirse como personas únicas y podrán poner en práctica diferentes recursos concretos que la autora ofrece para trabajar el amor propio, para practicar autocuidados y para gestionar asertivamente las emociones. Por ejemplo: hay un ejercicio que les ayudará a identificar y potenciar sus cualidades, mientras que los alejará de la falacia de la perfección, ayudándolos a aceptar que no todos podemos hacerlo todo bien. 

Además, el libro está pensado desde una perspectiva que cuestiona el concepto tradicional de masculinidad, motivo por el cual es una herramienta especialmente útil para trabajar con criaturas que se identifican como chico. Aun así, es un recurso genial para trabajar simplemente con niños y niñas, ya que los estereotipos de género les afectan igual. Al final, el mensaje es: puedes pensar, sentir y hacer lo que quieras, ¡no importa tu género! 

Los libros serán un soporte genial para trabajar en dos recursos clave: el autoconocimiento y la aceptación de uno mismo. 

Llegadas a este punto (¡y para no hacer el post infinito!), os proponemos la última herramienta: ¡demostradles vuestro amor incondicional!. Hacedles entender que vuestra estima no tiene que ganarse, y por lo tanto, no depende de sus éxitos académicos o deportivos (¡por poner un ejemplo!). No os cortéis a la hora de ser afectuosos: dadles besos, abrazadlos... ¡antes de lo que querríais ya no se dejarán! Y no olvidéis decirles “te quiero”, ¡tiene grandes beneficios!

¡Y hasta aquí el post! Esperamos que os haya gustado, y sobre todo, que os sea útil.

Un abrazo, 

Claudia. 

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